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DIARIO REFLEXIVO

Reflexión tema 7. Sobre: "El médico que tenía un paciente que murió"

REFLEXIÓN TEMA 7

"El médico que tenía un paciente que murió" 

Aurelia Hormaechea Gorría



Todo educador, llámese padre de familia o maestro, está investido de autoridad para educar y formar al hijo o al alumno. Parte de esta labor formativa y educativa se ejerce a través de las correcciones de todos los días. Si se nos quita la posibilidad de corregir, se nos despoja en ese mismo momento de la capacidad de educar.

Actualmente muchos adultos tienen miedo a "traumar" a los pequeños si se les corrige o se les llama la atención. Hay quienes nunca dan una negativa al hijo por miedo a que se enoje o a que baje su autoestima. Sin pensar que les dañamos más al dejarlos en el error o al permitirles que hagan tonterías que les pueden lastimar. ¡Cuántos manazos a tiempo han salvado a algún niño que jugaba con un cuchillo o que estaba a punto de meter el dedo en el enchufe! Seguramente el niño lloró, pero de no haberlo hecho, no hubiera tenido la posibilidad de llorar nunca más. Muchas veces nos puede pasar con los adolescentes, que por evitar que "lloren" por una corrección, los dejamos que sufran amargamente las consecuencias de algún comportamiento que se pudo evitar de haber actuado en su momento. Y créanme, esto sí crea resentimientos.

Si pensamos bien en qué es lo que más agradecemos a nuestros educadores ahora que somos adultos, nos damos cuenta que es precisamente su paciencia y constancia para ayudarnos a formar hábitos y superar errores y limitaciones, aún a pesar de nuestros enojos y falta de colaboración en muchos casos. Esto implicó toda una serie de correcciones a lo largo de la vida, con malas caras nuestras en muchas ocasiones, pero que ahora agradecemos y hasta reconocemos que somos lo que somos gracias a ellas. Nunca olvidaré cuando en Ingreso (lo hacíamos con 7 años)en un examen de matemáticas plantee bien el problema y resolví correctamente las operaciones, pero al poner el resultado se me olvidó especificar que se trataba de metros. ¡La maestra me puso mal todo el problema por este despiste! Me enojé, ¡claro está! pero no me traumé ni le guardo ningún resentimiento. Por el contrario, le estoy muy agradecida porque gracias a esa corrección no volví a tener despistes de este tipo en ningún campo, y eso me ha ayudado mucho a lo largo de mi vida.


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